Descubre el Arte de Contar Historias
A veces, al hablar de los principios del periodismo, se insiste demasiado en conceptos abstractos como la "imparcialidad" o "objetividad", como si fueran absolutos inamovibles. Pero en la práctica, ¿qué tan útiles son esas ideas cuando estás frente a una fuente que no quiere hablar o cuando tienes que decidir qué historia priorizar? En mi experiencia, lo que realmente importa es entender el contexto, leer entre líneas y, sobre todo, conectar con las personas. Porque el periodismo no es solo transmitir hechos; es traducir realidades complejas a algo que otros puedan comprender y sentir. Y ahí es donde muchos se pierden: en el salto entre la teoría idealista y las demandas caóticas del día a día. Este enfoque beneficia especialmente a periodistas en formación, reporteros de campo y editores que, aunque tienen bases académicas, se sienten desarmados ante la presión de los deadlines o la sutileza de una narrativa poderosa. También a aquellos que ya están en la industria, pero sienten que algo falta, que sus historias no tienen el impacto o profundidad que podrían tener. ¿Por qué? Porque muchas veces los métodos tradicionales enseñan a seguir reglas, pero no a desarrollar instinto. No te dicen cómo lidiar con un entrevistado que miente o cómo manejar tus propios sesgos al contar una historia. Y eso, en un entorno donde la información se consume tan rápido como se olvida, puede marcar la diferencia entre ser escuchado o pasar desapercibido. Una vez entrevisté a un periodista joven que se sentía frustrado porque, según decía, hacía "todo bien" pero sus notas no resonaban. Al hablar con él, noté que seguía al pie de la letra lo que le habían enseñado, pero no se permitía experimentar, cuestionar o desviarse del guion. Y es ahí donde está la clave: aprender a pensar más allá de las reglas, a identificar qué historias importan y cómo narrarlas de forma auténtica. Porque al final, el periodismo no es memorizar principios, sino aplicar un conjunto de habilidades flexibles y vivas. Es un oficio que se transforma con cada historia, con cada lector. Y eso, lo auténtico, es lo que realmente importa.
En el curso de principios de periodismo en español, se comienza casi siempre por lo básico: ¿qué es una noticia? Pero no se queda ahí. Los alumnos suelen debatir—y con cierta pasión—sobre qué merece ser contado y qué no. Uno de los ejercicios iniciales consiste en analizar portadas de diarios y distinguir entre hechos y opinión. A veces, los estudiantes se enredan en detalles: "¿Dónde trazamos la línea entre análisis y subjetividad?", preguntan. Y aunque parezca una cuestión sencilla, el silencio que sigue a menudo revela lo contrario. La ética aparece como un tema recurrente, aunque no siempre de manera directa. Durante una sesión, alguien mencionó el caso de una foto publicada sin consentimiento en redes sociales, y de inmediato surgió una conversación sobre los límites de la privacidad en el periodismo actual. Sin embargo, lo curioso es que estas discusiones rara vez llegan a una conclusión clara, lo que, según algunos profesores, es parte del aprendizaje—aceptar la ambigüedad. En la fase intermedia, el curso cambia de tono. Se introducen técnicas más prácticas: cómo estructurar una crónica, las diferencias entre el lead de una noticia y el de una entrevista. Pero, curiosamente, no todos los alumnos logran conectar con este enfoque técnico. Una vez, un estudiante comparó el proceso de escribir un lead con “intentar hacer un resumen de tu vida en una sola frase”. Fue un comentario al azar, pero de algún modo, capturó la esencia del desafío. Y luego está el tema del lenguaje. No hablamos solo de gramática—aunque sí, se corrigen errores básicos como confundir “hubieron” con “hubo”—sino del tono, del ritmo. ¿Cómo se escribe para que el lector no abandone el texto después del segundo párrafo? Es una pregunta que flota durante todo el curso. A veces, una frase mal escrita se convierte en el centro de una discusión que dura más de lo necesario, pero esos momentos también enseñan algo: lo difícil que es ser claro. Por cierto, ¿no es curioso cómo la tecnología se cuela en todo? Aunque no es un curso sobre redes sociales, inevitablemente alguien menciona cómo los algoritmos afectan la difusión de noticias. Pero esa conversación suele desviarse rápido—como si fuera un reflejo de lo que pasa en Twitter—hacia debates sobre fake news. Nadie parece tener respuestas definitivas, y tal vez no las hay. Al final, el curso no promete resolver todas las dudas, pero sí deja una cosa clara: ser periodista es más complicado de lo que parece.